Viernes, 14 Diciembre 2012 11:07

Los oficios del barro en Montilla

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AlfareroLos antiguos alfares-obradores La elaboración del barro La fabricación de materiales cerámicos destinados a la construcción,como por ejemplo ladrillos y tejas, o a la industria, sobre todo tinajas donde se almacenaban el vino y el aceite de oliva elaborados en lagares y almazaras respectivamente, representó desde tiempos pasados un buen oficio para muchos montillanos, una profesión que se potenció con el crecimiento urbanístico de la ciudad y el desarrollo agrario del municipio.

Generalmente, la materia prima se buscaba en lugares próximos a un obrador o alfar, pudiendo quedar situada en una ladera o en suelos llanos. Una vez localizada ésta, en primer lugar, era necesario elegir la veta de arcilla, quitando “la flor de la tierra”, es decir, sus primeras capas. La extracción se hacía con pico y pala y a cielo descubierto. La recogida de la tierra se solía realizar, sobre todo, durante cada primavera, cuyo volumen  era luego trasladado hacia el alfar con mulas y carros. Por ello, resulta de gran importancia recordar la riqueza y tradición en las artes del barro que tuvo Montilla. Desde los albores de la Edad Moderna, se produjo una creciente actividad extractiva de las arcillas concentradas en los abundantes alfares localizados por toda la campiña cordobesa.


El barro, que se obtiene al mezclar agua con arcilla, es una sustancia muy plástica, por lo cual se le pueden dar diversas formas geométricas. Una vez seca y cocida, a una temperatura elevada, se transforma en una materia dura. Cuando a mediados del siglo XVI se terminaron de construir, cercanos a la plaza del Palacio señorial de Montilla, los ocho molinos aceiteros del marquesado, que llegaron a tener hasta 21 prensas de
viga, éstos quedaron ubicados entre unas caballerizas y un obrador formado por cuatro naves alrededor de un patio. Según parece la mencionada plaza se cerraba con un arco llamado de San Blas, junto a los molinos, el cual se menciona como puerta de acceso a la ciudad para el siglo XVII. Este obrador debió tener un espacio destinado al barrero, a la mesa de amasar y al torno, así como una zona para el secado de las piezas (el patio).

El almacenamiento del barro, se ubi caba en una esquina o lateral del obrador. En ocasiones, el suelo presentaba una inclinación con objeto de mantener la humedad y, a su vez, retener el agua que desprendía el propio barro. La tierra transportada en el interior del alfar pasaba por una serie de tareas: secado, picado, molienda y reposado, obteniendo así un barro libre de impurezas. Lo primero era esparcir los terrones con carrillos, espuertas, rodillos o azadas, en la explanada o placeta para su secado. Una vez que la tierra había perdido toda su humedad, era picada, o bien desmenuzada en un molino de tiro animal, aunque,  tradicionalmente, dicha faena se realizó también con mazos de madera. Picada ya la tierra, se vertía en un pilón, donde luego era mezcla con agua, y se dejaba reposar para su buen esponjamiento. A continuación, el barro se agita ba con azadas, palos y legones, tras lo cual, se dejaba reposar de nuevo para eliminar así las impurezas mas groseras, como chinas, llamadas limazo, quedando éstas depositadas en el fondo del pilón.
El barro elaborado por los barreros era luego empleado por alfareros para diseñar todo tipo de recipientes: tinajas, tiestos, ollas, botijos, etc. tierra, se amasaba el barro hasta conseguir las condiciones óptiBallena encontrada en Montillamas para su moldeo. Bien amasado, con las manos, los pies o alguna herramienta manual, el barro que- daba listo para confeccionar luego ladrillos o tejas encima de una rudimentaria  mesa de trabajo.
Para fabricar una teja, el oficial se ayudaba de un molde o gradilla donde vertía la cantidad de barro correspondien te que luego volcaba sobre otra pieza para proporcionarle la forma curva.

Los ayudantes transportaban las tejas crudas hasta la era de secado, donde se colocaban una por una en el suelo, alisándolas con la mano y humedeciéndolas cuidadosamente para uniformar su primera etapa de secado. Al día siguiente, se levantaban las piezas y se colocaban unas contra otras para facilitar el secado definitivo. En el caso de los ladrillos, la tierra se  vertía sobre un molde rectangular de madera y luego se rasaba para igualar las masas. Finalmente, se tiraba de los moldes obteniéndose los macizos de barro. Una vez secas, las piezas eran colocadas en el horno, los ladrillos en la parte más baja y las tejas y baldosas en una zona media, ya que por su menor espesor no necesitaban sufrir un fuego tan intenso. Los últimos barreros A mediados del siglo XX, los barreros más conocidos en Montilla fueron los de la Fuente de Santa María o El Álamo y el de la cerámica montillana del VI Conde de la Cortina, donde iban los montillanos a por barro para fregar sus platos.
Fabricación de tejas y ladrillos Tradicionalmente, la fabricación manual de ladrillos y tejas fue realizada en modestos talleres atendidos por un reducido número de trabajadores. La cocción se realizaba en hornos y el repertorio de productos era muy reducido, destacando las tejas curvas y los ladrillos macizos. La explanada del alfar contaba con una poza donde, mezclada el agua y la Restos de una ballena fosilizada del Mioceno encontrados en la Fuente Santa María (1957)

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